Cuando en 2010 el Canal de Navarra llegó a Traibuenas, lugar en el que se encuentran 120 hectáreas propias, el 80% de nuestras viñas, Adriana Ochoa, nuestra enóloga, lo vio claro. De repente los cultivos de regadío rodearon sus viñedos y sintió la necesidad de protegerlos. En Ochoa siempre habíamos procurado tener rendimientos bajos y respetar lo que la naturaleza nos daba y esa forma de pensar nos impulsó a hacer algo. Así que en 2011 comenzar la transición ecológica de nuestras viñas.

Respeto por los suelos

La necesidad de trabajar en ecológico forzó a nuestra bodega a comprender mejor dónde estábamos, especialmente a entender sus suelos. Una zona extrema como esta, a las puertas del desierto de las Bardenas, tiene una gran ventaja en cuanto al control de algunas enfermedades pero es un verdadero quebradero de cabeza cuando se trata de erosión y fertilidad del suelo. Pili Ester, responsable de viticultura de la bodega, explica que cuando llego a Ochoa, hace casi un año, le sorprendió la cantidad de ensayos y pruebas que se desarrollaban en el campo. “Sabía que la bodega trabajaba en ecológico, que era innovadora y que solían colaborar con la universidad en diferentes proyectos, pero cuando comencé a patear la viña y entendí el alcance de todo el conocimiento que se estaba generando en tantos puntos a la vez, aluciné”.

pájaro en el viñedo ecológico de Ochoa en Traibuenas
Practicar una viticultura más respetuosa y transitar hacía lo eco nos ha llevado a hacernos muchas preguntas y a buscar respuestas. El laboreo adaptado a cada situación y los aportes de materia orgánica al suelo han sido claves para luchar contra la erosión y mantener la estructura del suelo. Prácticas como incorporar restos de poda para devolver al suelo nutrientes han resultado ser vitales. El uso de cubiertas resulta fundamental para desplazar a las malas hierbas, pero en Ochoa no podemos dejar de lado que en el lugar en el que estamos no hay agua para todos. Necesitamos actuar con precisión y en ese camino la bodega no ha estado sola. Colaboramos de manera frecuente junta a la Universidad Pública de Navarra (UPNA) y agentes del sector en Navarra en diversos proyectos como la iniciativa Liviñg Soil.  En función de tipología de suelo y la variedad, se van tomando decisiones sobre si promover o no cubiertas y de qué clase. Las leguminosas aportan nitrógeno, las gramíneas materia orgánica y las crucíferas con sus profundas raíces mejoran la estructura. Adriana además no olvida que el objetivo final es elaborar un vino, “saber manejar las cubiertas ayuda mucho a gestionar los rendimientos y por lo tanto influye directamente en la calidad de la uva y el vino”. Como enóloga insiste “no aplicamos los mismos criterios a todo nuestro viñedo ni hacemos lo mismo cada año, con proyectos como el Liviñg Soil nos obligamos a tener una mentalidad abierta y una actitud de aprendizaje constante”.

Adriana Ochoa en la viña ecológica de la familia en Traibuenas

Practicar este tipo de viticultura también nos ha obligado a ordenar de alguna manera lo que tenemos. El viñedo está dividido en distintas parcelas con diferentes potenciales para elaborar vinos. No todos los viñedos sirven por ejemplo para elaborar un vino de guarda y esto depende en gran parte del suelo. La zonificación nos ha permitido hilar más fino en la gestión de esos suelos y no olvidar que el objetivo final es elaborar un vino concreto. Pili Ester explica que “al final estamos ante algo muy cuidado y evidentemente eso se trasladará al precio final del vino, pero no podemos olvidarnos de optimizar recursos”.

división de la viña ecológica de Ochoa
La gestión de cubiertas es sin duda el summum de la sofisticación en Ochoa hasta llegar al punto de pensar en ellas a la hora de luchar contra las malas hierbas bajo las cepas en cordón. “Tenemos riego por goteo que sólo usamos en verano con el objetivo de que las plantas no entren en parada vegetativa, lo que ocurre es que en esa zona del goteo tienden a crecer malas hierbas” continúa explicando Adriana Ochoa. En ecológico tienen tres opciones, pasar el intercepas, encontrar una cubierta específica para esa zona que desplace las malas hierbas o enterrar el sistema de riego. El intercepas es la práctica habitual pero en la bodega querían explorar las otras dos opciones y por eso están llevando a cabo diversos ensayos. Desplazar el riego y enterrarlo en la fila parece una solución óptima aunque los costes de mantenimiento son altos. Por otro lado los ensayos sobre cubiertas bajo cepa, en los que han colaborado con INTIA y la UPNA, les han llevado a dar con una especie de trébol, el trifolium fragiferum, que desplaza a las malas hierbas y no compromete los rendimientos ni la calidad de la uva que desean para sus vinos.

cubiertas y bandas floridas en el viñedo ecológico de Ochoa

Cultivar la biodiversidad

Las cubiertas sirven también para albergar una fauna que ayuda a crear un ecosistema más resiliente y mejor adaptado.  Los insectos son bienvenidos en Traibuenas en gran parte porque ayudan a luchar contra las plagas y por lo tanto tienen una función de control biológico. No se trata tanto de eliminar nada sino de mantener las poblaciones en un equilibrio. Promover bandas floridas ha sido una de las acciones que más ha contribuido a la biodiversidad.

biodiversidad en la viña de Ochoa
Sin embargo, existe otro objetivo que es el de preservar una flora y una fauna autóctona. Adriana siempre relata que cuando comenzamos a trabajar de esta manera y la viña empezó a llenarse de vida, creció el interés por conocer qué especies se encontraban antes en el lugar. “Al final la viña es un cultivo y por lo tanto es un ecosistema impuesto. Así que estamos intentado compensar a los que ya habitaban este espacio, promoviendo una convivencia con la fauna y la flora autóctona”. Con los años han aumentado las poblaciones de insectos, los pájaros y es frecuente ver también pequeños mamíferos. Se han instalado hoteles de insectos, áreas de cobijo, nidos y fuentes de agua. “Cada especie nos está aportando algo. Por ejemplo colaboramos en un proyecto de recuperación del cernícalo europeo, ellos crían aquí y mantienen a raya la viña de pequeños roedores, también tenemos nuestras propias abejas y elaboramos miel” cuenta Adriana orgullosa. Todos estos habitantes se autocontrolan y están haciendo que nuestra viña sea un lugar único que da gusto visitar. La experiencia que clientes, distribuidores o enoturistas pueden tener es infinitamente más interesante y emocionante porque se respira vida y un paisaje mucho más auténtico y diferente. Eso es algo que sin duda nos interesa porque buscamos tener una personalidad propia que les diferencie.

Filosofía eco en todos los aspectos

La bodega además aplica esta filosofía en otras áreas de la empresa. “Sería totalmente incoherente fomentar estos valores en la viña y no trasladarlos a otras partes del proyecto” defiende Adriana Ochoa. La bodega está comprometida con reducir su impacto ambiental y forma parte del proyecto Smart-Wine, una herramienta que permite medir y analizar costes, identificar puntos débiles e implementar medidas para reducir el impacto. El proyecto les ha llevado a implementar un sistema denomindo free-cooling que abre y cierra ventanas y puertas de manera automática en la bodega para controlar la temperatura interior. Además, recientemente nos hemos unido al proyecto CarbonSeq, una iniciativa piloto que pretende definir prácticas agronómicas que fomente la captura de carbono en el suelo y así contribuir desde la viticultura a una menor huella de carbono.

Para nuestra familia todas estas acciones forma parte de una manera de ver el mundo. Hemos heredado un paisaje que queremos preservar para generaciones futuras. Beatriz Ochoa al frente de la dirección de la bodega siempre afirma “creo que esa preocupación por el impacto que tienen nuestras acciones es común, no tiene fronteras y es un relato que nos ayuda también a vender mejor nuestros vinos”. Y es que en Ochoa no conocemos otra manera de contribuir a un mundo mejor que desde la viticultura y la elaboración del vino.

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familia Ochoa en la viña